Dos argentinos, elegidos entre los mejores 50 docentes del mundo

Son Gloria Cisneros, maestra rural de Chaco, y Miguel Rodríguez, profesor de una escuela técnica porteña. Van por el premio de un millón de dólares.

Quién sabe cómo será el perfil del resto de los docentes del mundo que llegan a las instancias finales del premio Global Teacher Prize, pero los argentinos tienen un rasgo en común: la pasión por la profesión, la solidaridad y un claro liderazgo positivo.

Hoy se conocerán los primeros 50 seleccionados a este reconocimiento internacional, organizado por la Fundación Varkey -en alianza con la UNESCO- considerado el “Nobel de la Educación”. Y entre ellos hay dos representantes del país: Gloria Cisneros, maestra rural de Chaco, y Miguel Rodríguez, profesor de una escuela técnica porteña. Ambos avanzaron a la recta final de este galardón que dará un millón de dólares al ganador. Compitieron contra más de 5.000 postulantes de 139 países. Sus historias merecen ser contadas.

La escuela de 15 alumnos

Cada lunes, bien temprano, Gloria Cisneros (39) se sube a la moto en su ciudad, Taco Pozo, y sale a recorrer los 90 kilómetros que la separan del Paraje La Sara -en el Impenetrable chaqueño-, donde dirige y es la única maestra de una escuela rural albergue, la N° 793 “Don Carlos Arnaldo Jaime”.

Lo que habitualmente son 2 horas de viaje, por un camino con ripio y barro, a veces puede demorar 4 o más, según cómo esté la ruta. También están los días en que la moto tiene algún inconveniente. Siempre algún poblador se acercará para ayudarla.

Pero, pase lo que pase, Gloria finalmente llega todos los lunes temprano a esperar a que las familias lleven a los 15 alumnos, de primero a séptimo grado, de la escuela. Es toda la matrícula que se quedará a vivir allí, hasta el viernes a la tarde, cuando vuelvan a buscarlos.

Gloria no solo es directora y maestra de la única sala de la escuela albergue. También es la cuidadora de los chicos, la encargada de la limpieza, la del mantenimiento del edificio y quien hace la parte administrativa. De todo.

Solo tiene la ayuda de un “personal de cocina”, que es quien prepara

Sus proyectos educativos combinan formación académica con solidaridad.

la comida. Y que la ayuda en muchas de sus tareas cotidianas.

Pero Gloria va más allá del aula. También acompaña a la comunidad en distintos trámites, como la gestión de claves de la seguridad social. Desde que en 2019 llegó Internet a la zona y muchos procedimientos se digitalizaron, es ella quien ayuda a los vecinos a sortear esas barreras.

La conectividad, además, le abrió nuevas posibilidades pedagógicas: hoy trabaja con una plataforma educativa que le permite innovar en sus prácticas de enseñanza.

Dar clases, en una misma aula, a chicos de distintas edades, es todo un desafío. Gloria le cuenta a Clarín que “la motivación es lo más importante”. Lo que hace es plantear el mismo tema para todos y tratarlo con distintas dificultades.

“Busco captar su atención, que interactúen entre ellos y así logro que el tema se adapte a los intereses de cada uno”, cuenta.

La escuela que dirige mantiene buenos niveles de aprendizaje. Se destaca en las ferias de ciencias y tiene egresados que hoy siguen estudios superiores. Y Gloria también hace participar a los chicos de menos de 6 años como “oyentes” no hay jardín de infantes-, para que ya entren a la primaria con un acercamiento a la lectoescritura.

Y si la actualidad de Gloria es atractiva, qué decir de su historia. Ella nació, hizo el jardín, y un poco la primaria en Taco Pozo. Su padre era cosechador de algodón y debían mudarse a las cosechas, donde había escuelas solo para los hijos de los patrones. Como las cosechas eran de marzo a octubre, Gloria se perdía todo el año escolar.

Entonces, un día, la madre fue a hablar con los patrones, para que permitieran que a las escuelas vayan también los hijos de los trabajadores. Y así logró que pudiera seguir su escolaridad.

Luego, en Taco Pozo terminó la secundaria, pero entonces no había un profesorado porque lo habían cerrado. Cinco años después volvieron a abrirlo y Gloria logró ser la primera recibida destacada y con honores. Estudiaba ya con dos hinos, jos, que ahora tienen 20 y 16 años.

Dos años después de recibida la llamaron para ser la directora y maestra de la escuela del Paraje La Sara. El primer año se mudó allí con toda su familia, pero después debieron volver y entonces terminó yendo de lunes a viernes y, de este modo, compartiendo la vida cotidiana más con sus alumnos que con sus propios hijos.

“Mis hijos se criaron solitos. Al principio, me pareció una contradicción, sentía que los había abandonado, pero ellos son muy independientes y sanos, y todos los años elijo volver a La Sara”, dice a Clarín.

– ¿Un mensaje para el resto de los docentes argentinos?

– Gracias a todos, porque ponemos

Compitieron contra más de 5.000 postulantes de 139 países.

el alma en la educación. Que no bajen los brazos. Estamos con tantas cosas que no nos damos cuenta de que esto lo hacemos por los chicos, que son el futuro de la sociedad. No hay tarea más noble que enseñar, y lo hacemos con el corazón”.

Ciencia y tecnología solidaria

El caso de Miguel Alejandro Rodríguez (57) también está atravesado por la solidaridad. Profe de escuelas técnicas desde hace 27 años, en un momento se le ocurrió que la mejor forma de motivar a los alumy que prestaran atención, era haciendo proyectos que sirvieran para ayudar a los demás. “Hace que los alumnos le encuentren sentido al colegio”, le dice a Clarín.

Así Miguel fue dándole forma a distintas ideas para solucionar problemas reales en distintas comunidades del país. Y los proyectos no solo se concretan. Además, junto a sus estudiantes, luego viajan para instalarlos, implementarlos y capacitar a las comunidades para que los usen.

“Vamos a los pueblos. Los alumnos se ponen en el rol de docentes y explican en qué consiste la solución. Esto también es muy importante para ellos”, cuenta.

De este espíritu nació el Club de Ciencias, que Miguel creó en 2012, y en el que jóvenes de distintas escuelas asisten por la vocación de generar soluciones técnicas que resuelvan problemas de la gente.

Miguel recuerda especialmente el proyecto que están haciendo ahora, con sus actuales alumnos de la Escuela Técnica N° 3, en Campo La Paz, Salta, a donde están buscando instalar paneles solares que brinden electricidad en esa zona donde no llega la energía eléctrica. También llevaron calefones solares, que brindan agua caliente.

“El pueblo está alejado de Salta capital. Por eso vamos desde Buenos Aires hasta Jujuy, paramos 1 o 2 días para aclimatar, luego vamos a La Quiaca y paramos dos días más para aclimatar en más altura, y recién desde allí tomamos un transporte a estos pueblos. El recorrido de alta montaña es bastante peligroso: solo puede ir un vehículo”, le cuenta Miguel a Clarín.

No es la primera vez que Miguel Rodríguez es reconocido por su labor. A nivel nacional, ya recibió el Premio Docentes de la Ciudad, Innovar, Fundación YPF y Fundación Banco Petersen. Y a nivel internacional el Energy Globe Award 2024 de Argentina, el Premio Mercosur de Ciencia y Tecnología, el Premio Zayed a la Sostenibilidad y el Dubai International Award.

El millón de dólares

¿Qué harían Gloria y Miguel si ganaran el primer premio?

“Construir una residencia estudiantil en Taco Pozo para que exalumnos rurales puedan continuar sus estudios secundarios y terciarios. Y garantizar que el paraje tenga agua. En la escuela no tenemos agua para tomar. Nos abastecemos de agua de lluvia, almacenada en tanques o aljibes”, dice Gloria.

Miguel no lo duda. “Terminar de llevar la energía solar y lo que necesite Campo La Paz, en Salta”, el proyecto que lo tiene más motivado en estos momentos.

Por ahora, el Global Teacher Prize tiene 50 finalistas, y el próximo paso será seleccionar a los 10 mejores. El ganador será anunciado en la World Governments Summit, que se llevará a cabo en Dubái del 3 al 5 de febrero de 2026. ■

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *