Giro regional y revés para el kirchnerismo: la derecha suma otro triunfo clave en América Latina

La derrota de Rixi Moncada en Honduras, candidata del oficialismo de izquierda y respaldada por Cristina Kirchner, profundiza el reordenamiento político regional. Con el triunfo del conservador Nasry Asfura, el mapa latinoamericano vuelve a equilibrarse entre gobiernos de centroizquierda y centroderecha.

La elección presidencial en Honduras dejó algo más que un cambio de signo político local: se convirtió en un nuevo golpe para la proyección regional del kirchnerismo y confirmó una tendencia que viene consolidándose en América Latina en los últimos años. Rixi Moncada, candidata del partido Libertad y Refundación y heredera política del gobierno de Xiomara Castro, fue derrotada por Nasry “Tito” Asfura, referente del Partido Nacional y figura alineada con la centroderecha regional y con el respaldo explícito del presidente estadounidense Donald Trump.

La caída de Moncada frustró la continuidad del proyecto político iniciado en 2022 por Castro, cercana a Cristina Kirchner y continuadora de la línea impulsada por Manuel Zelaya, derrocado en 2009. La ex vicepresidenta argentina tuvo un rol activo en la defensa internacional de Zelaya tras el golpe de Estado y mantuvo desde entonces un vínculo estrecho con el oficialismo hondureño. Ese lazo político volvió a quedar expuesto ahora, con una derrota que se suma a otros reveses recientes para candidatos afines a la izquierda latinoamericana.

El resultado en Honduras se inscribe en un contexto regional más amplio. Semanas atrás, Chile también registró un giro significativo con el triunfo del ultraderechista José Antonio Kast frente a la candidata comunista Jeannette Jara, consolidando un cambio de clima político en el Cono Sur. Con la victoria de Asfura, el tablero latinoamericano queda dividido en partes iguales: ocho países gobernados por fuerzas de izquierda o socialdemocracia y otros ocho bajo administraciones de centroderecha.

Este nuevo equilibrio refleja un escenario más fragmentado y volátil, donde los ciclos políticos parecen acortarse y el respaldo a los proyectos progresistas enfrenta mayores límites. Para el kirchnerismo, la derrota en Honduras no solo representa la pérdida de un aliado estratégico, sino también una señal de que su influencia regional atraviesa un momento de retroceso, en una América Latina cada vez más disputada ideológicamente.

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