Tom Hardy y su papel más brutal: el antihéroe que estremece en Estragos

Disparos, sangre y una ciudad sin ley. Así se presenta Estragos (Havoc, su título original), producción británico-estadounidense dirigida por Gareth Evans, creador de Gangs of London. Dura 107 minutos, está calificada como SAM 16 y tiene como figura central a Tom Hardy, acompañado por Jessie Mei Li, Justin Cornwell y Forest Whitaker. Ya se encuentra disponible en Netflix.
El film pertenece a una estirpe muy particular dentro del cine de acción: la de los relatos que llevan la violencia al límite. Combates cuerpo a cuerpo y tiroteos con todo tipo de armamento —desde pistolas hasta ametralladoras— se suceden con una ferocidad que desafía la sensibilidad del espectador. Pero para muchos, ese es justamente el atractivo.
Hardy, que inició su carrera con La caída del Halcón Negro (2001) de Ridley Scott, se consolidó en la industria tras interpretar a Bane en Batman: El caballero de la noche asciende (2012). Desde entonces, roles como el de El renacido (2015), por el que fue nominado al Oscar como actor de reparto, lo vinculan a personajes rudos y armados. Estragos no es la excepción.
Con barba crecida, camisa de franela y un sarcasmo ácido, Hardy encarna a Walker, un detective corrupto que justifica sus delitos por no poder sostener económicamente a su hija. Como el “limpiador” de Tierra de mafia (la serie de Guy Ritchie), Walker se encarga de borrar huellas para un político en campaña —interpretado por un siempre sólido Forest Whitaker—, mientras lidia con su propio pasado turbio.
La historia transcurre durante una Navidad nevada en una ciudad sin nombre, y comienza con una persecución policial tras el robo de un camión cargado de lavarropas. Desde allí, se entrelazan tramas de narcotráfico, mafias asiáticas, corrupción institucional y ajustes de cuentas. La tensión crece hasta desembocar en una sangrienta masacre en el sótano de una discoteca, que involucra tanto al hijo del político como a miembros de la policía y la Tríada.
Walker, inicialmente a cargo del caso, será desplazado por sus propios colegas, quienes lo ven como un paria. El film sugiere que hay un episodio clave en su pasado que lo atormenta, pero evita revelar detalles prematuramente.
Evans se enfoca más en el ritmo y el impacto visual que en la lógica argumental. Desde la secuencia inicial hasta el clímax final, la película se construye sobre escenas diseñadas para el impacto: adrenalina pura, coreografías brutales y una crudeza que no hace concesiones.