Tiene 8 años, un coeficiente de 150 y ya trabaja en su propio superdeportivo

Stefano Marconi Sgroi fue reconocido como Personalidad Destacada de La Plata. Identifica fallas mecánicas solo con el oído y proyecta su propio auto inspirado en el Escarabajo. Ya conoció a Traverso, Pagani y Fangio.
Stefano Marconi Sgroi tiene apenas 8 años, pero su historia parece salida de un guión de cine. A los siete meses ya hablaba; a los tres años identificaba autos antiguos a 100 metros y sabía qué motor tenían. Hoy es mecánico recibido, cursó dos diplomaturas en la UTN, leyó más de mil libros, y trabaja en el desarrollo de un superdeportivo que llevará su nombre.
Nació en La Plata y allí fue reconocido este año como Personalidad Destacada, el más joven en recibir ese título. Tiene un coeficiente intelectual superior a 150, según confirmó un test que lo ubicó entre el 1% de la población con mayor capacidad cognitiva. “Creo que nací con un volante en la mano”, dice, con naturalidad.
Su historia comenzó a tomar forma con anécdotas familiares: cuando tenía 3 años, en una salida en auto, reconoció a distancia un Talbot-Lago T26 y un Oldsmobile. Sus padres no le creyeron hasta acercarse y confirmar no solo los modelos, sino también las características mecánicas que él describía.
Desde entonces no paró. Tiene como mentor al ingeniero Roberto Ulibarri, quien le da clases personalizadas de mecánica. También entrena simulación de carreras con Rodrigo López, campeón mundial, y practica taekwondo, inglés y va a la escuela como cualquier chico. Sus materias preferidas: matemática y plástica.
Su pasión lo llevó a conocer a referentes como Juan María Traverso, quien lo invitó a su casa y lo apadrinó. También a Horacio Pagani, a quien le sugirió usar materiales aeroespaciales. Y Rubén Fangio —hijo de Juan Manuel— lo adoptó “como un nieto” y le prometió una carta de recomendación similar a la que alguna vez recibió el propio Pagani.
En este momento, Stefano trabaja junto al diseñador Matías Damico y el ingeniero Carlos Hepp en la construcción de un auto inspirado en el Escarabajo, pero con ingeniería de punta. Además, participa en el desarrollo de un sistema de seguridad automotriz aún confidencial.
“Puedo desarmar y armar un motor en tres horas”, afirma con seguridad. Una vez, simplemente al escuchar un auto pasar, diagnosticó una falla en el compresor. El mecánico del taller confirmó el problema. A ese nivel.
Su futuro podría estar en Italia: fue invitado a Maranello, sede de Ferrari. Mientras tanto, sigue aprendiendo. “A los chicos de mi edad les digo que persigan sus sueños, y que ojalá se les cumplan”, cierra, después de avisar —sin tener un reloj— que la entrevista ya había durado una hora. Y tenía razón.